Postales de la consternación y la rabia
Así estamos,
consternados rabiosos
aunque esta muerte sea
uno de los absurdos previsibles
De esta forma empezaba Mario Benedetti hace 43 años un poema que hablaba de otra muerte.
Hoy la consternación y la rabia se hacen carne en millones de argentinos y latinoamericanos como aquella vez ya que pareciera reafirmarse aquello que dijo alguien sobre que “la muerte suele llevarse antes a los mejores”.
Y como en octubre del 67 o julio del 52, también están los que celebran el dolor de los humildes que han perdido un referente porque como dice un vals popular que mi viejo solía entonar en las mañanas de domingo:
también ríen en su charco los inmundos renacuajos
cuando rozan el plumaje de algún cóndor que cayó
Sin duda estos últimos días de tristeza que duele hasta los huesos quedarán en la memoria de muchos, en especial de quienes nos asumimos como testigos de un hecho histórico que de ninguna manera hubiésemos querido vivir.
Yo, por mi parte trataré de guardar por el resto de mis días un montón de momentos, de instantáneas, de postales que en el dolor sirvieron para fortalecerme: la de las lágrimas compartidas con mi mujer, la de las palabras de mi amiga a través del teléfono apenas conocida la noticia “Al fin lo consiguieron estos hijos de puta”, fortalecedora en el sentido de la certeza de una conciencia mayoritaria; y de forma constante la de un pueblo en marcha llorando al compañero muerto pero poniéndose al servicio de la compañera que encarna un proyecto de país al que no quieren de manera alguna renunciar.
En medio del dolor profundo y lacerante en cierto momento pasé por una de las cloacas informativas que ostentan un sol multicolor en la pantalla (no recuerdo si la de los amos de Buenos Aires o sus lacayos locales) y allí pude ver el porte amanerado de Nelson Castro pontificando sobre la relación entre “La muerte y el poder” como anunciaba el zocalito para idiotas que algún otro empleado del monopolio había colocado en la parte inferior de la imagen.
Confieso que no lo escuché. No tuve coraje como para soportarlo, sólo me valió para una reflexión ¿No sería más correcto, dadas las circunstancias, hablar sobre la relación entre la muerte y la militancia; o entre la muerte y el acoso salvaje y constante al que es sometido un ser humano por los que son dueños de casi todo, menos de la dignidad, en una sociedad?
En fin, ya contenido por la imagen del pueblo en vigilia que me ofrecía el canal de todos, volví a pensar en el afectado doctor y periodista y llegué a la conclusión que pedirle algo semejante a él, como representante de la clase a la que pertenece sería como pedirle peras al olmo, o mejor, naranjas al yuyo rastrero.
Po eso elegí continuar con la postal desoladora y a la vez vivificante: la del pueblo velando a su líder, y en medio de ella la un pibe de más o menos de 20 años llorando lágrimas de hombre -como las mías y las de tantos- y exigiendo una explicación ¿Porqué Él y no Menem? ¿Por qué Él y no De La Rua? y uno sin poder evitar agregar nombres a la lista: Videla, Astiz, Cobos, Carrió, De Narváez, Macri...
La imagen de ese pueblo dolorido pero de pie porque sabe lo que quiere y sobre todo lo que no quiere, aplacaba en algo mi angustia (y creo que la de muchos) ya que parecía decirnos que si había tantos capaces de ofrecer su corazón -como Él- nada podría estar perdido.
Entre tanto compañero derrumbado por el dolor, de vez en cuando la cámara intentaba mostrarme otra postal: la del dolor de algún “adversario” que pretendía sumarse a la consternación general
Pero en medio de una colección de postales del alma, estas instantáneas no pasaban de la categoría de una mala foto, esas que en los años de las cámaras con rollo el laboratorio ni siquiera se molestaba en revelar y en la época digital simplemente se descartan.
Entre estos destellos de hipocresía se me apareció el dedo acusador del poeta Juan Gelman diciendo, como en su libro Cólera Buey “¡Ustedes lo mataron!”
Momento oportuno para afirmar que somos muchos también los que no le creemos nada, ni a la puta derecha como la definió maravillosamente la compañera Milagro Sala, ni a los “pinitos” de Olivos, ni a los “magdalenitos” de Río Negro. Todos ellos y las fuerzas políticas que los contienen ya han dado demasiadas muestras de abyección, de bajeza moral y miseria humana como para que merezcan algún tipo de crédito. Y en este mismo sentido es que tampoco merecen crédito y mucho menos respeto los apólogos de una revolución permanente que pretende condenar la breve vida del hombre a la infelicidad para “acelerar el proceso”. Y si bien sólo esto bastaría para merecer el repudio desde el punto de vista humano, desde el político no puedo olvidar sus banderas rojas flameando junto a los dirigentes de la Sociedad Rural Argentina en julio de 2008.
Y vuelvo a Mario Benedetti
así estamos
consternados rabiosos
claro que con el tiempo
la plomiza consternación
se nos irá pasando
la rabia quedará
se hará más limpia
Alguien dijo que no hay dolor que el tiempo no cure y vamos a aceptarlo aunque no estemos de acuerdo, pero respecto a la rabia somos conscientes que en este caso la única manera de limpiarla será a través de la militancia para seguir avanzando sobre el camino que nos trazó el compañero caído en el sentido de la dignidad de todos.
Casi para terminar, otra postal con los conceptos de otro compañero, José Pablo Feinman que poniéndole una pizca de humor al dolor inconmensurable afirmó que estaba definitivamente comprobado que dios no es argentino. Recordé entonces al genio salteño del “Cuchi” Leguizamón que hace treinta años fue más lejos y afirmó “Dios es Fascista”.
Y ahora sí, termino. Termino pidiéndole disculpas al Gran Mario por robarle su poema para cambiarle alguna palabra:
donde estés si es que estás,
si estás llegando
aprovecha por fin
a respirar tranquilo
a llenarte de cielo los pulmones
donde estés si es que estás
si estás llegando
será una pena que no exista dios
pero habrá otros
claro que habrá otros
dignos de recibirte
compañero Néstor
Sergio Cuartucci
a fines de octubre de 2010
a fines de octubre de 2010
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